A lo largo de la historia, la fábula ha sido considerada
más que un elemento lúdico o un género literario. Diferentes pensadores le han
dado a la fábula un tinte de elemento ejemplarizante que a lo largo de la
historia ha fungido como más que relatos fantásticos con animales.
Uno de los primeros filósofos que opinó respecto a la
problemática de la enseñanza por medio de las fábulas, fue Platón, quien la
atacó por la preponderancia que él le daba a la lógica sobre la estética; sin
embargo, Platón se oponía no solo al uso de las fábulas en la enseñanza sino a
todo uso de arte, puesto que el arte alejaba el alma de la verdad, de la cual
poseía por naturaleza la semilla y la disposición para el conocimiento. (Nervi,
1965)
Aristóteles define a la fábula como uno de los tantos
elementos de los que se vale un orador para persuadir. Por tanto es un elemento
más de la retórica y no un género literario. Ya en las fábulas griegas se
reflejaban rasgos de su sociedad; cada sociedad ha buscado transmitir ciertos
valores de manera implícita en estas narraciones sin embargo fantásticas.
Por otra parte, Rousseau (2005, p115) critica fuertemente
el uso de las fábulas en el entorno educativo y las tilda de deformadoras del
carácter inocente de los niños. Para Rousseau las fábulas son relatos de
difícil entendimiento para un niño y son escritos cargados de mensajes de moral
equívoca, porque muestran que es el más fuerte y astuto quien vence y posee
ventajas sobre quienes adolecen de falta de sagacidad.
Sin embargo, si bien hubo críticos acérrimos de las
fábulas, también hay quienes desde una posición más neutral defienden que
pueden ser beneficiosas en ciertos procesos de aprendizaje. Karl Vossler (1947,
p.70) dijo a propósito que una fábula puede servir como elemento de ayuda en el
aprendizaje, pero no para los niños, puesto que un correcto entendimiento de
las mismas necesita al menos la experiencia de quien tenga al menos 40 años.
Más benévolos son autores como Alfonso Francia (1992,
p.8), quien destaca la importancia del género para fomentar actitudes y
comportamientos precavidos en niños y adolescentes; es más, afirma que una gran
cantidad de técnicas y recursos hacen de la fábula un medio pedagógico de
primera calidad y del cual se puede hacer uso para mejorar el proceso
educativo.
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