Fedro fue un esclavo
originario de Macedonia. Recibió la libertad de manos de Augusto y desarrolló
su actividad literaria durante los reinados de Tiberio, Calígula y Claudio.
Fedro era un fabulista
latino, llamado también Foeder
Nació hacia el año 15 a. de C. en Macedonia.
Llegó a Roma como esclavo de Augusto, que después le concedió la libertad.
Murió hacia el año 50 d. de C. Escribió cinco libros de Fábulas. Como el propio
Fedro nos dice en los prólogos y epílogos a sus libros, sus temas están tomados
de Esopo, aunque también compone fábulas originales, inspiradas en la vida y en
las costumbres de su época. Las dos características esenciales de la fábula de
Fedro son la diversión y la enseñanza moral. Las fábulas de Fedro encierran una
dura sátira contra los poderosos que abusan de su poder, contra los soberbios,
los mentirosos, los malvados. El verso de las fábulas de Fedro es el senario
yámbico, verso popular y humilde. Su lenguaje es claro y sencillo, pero elegante.
Sus metáforas son simples, pero pintorescas y sugestivas
De
Fedro se conserva más de un centenar de fábulas en verso (122 aproximadamente),
agrupadas en cinco libros. Estas breves historias de animales se expresan en
senarios yámbicos (el verso usado en la comedia palliata de época republicana).
Algunos de los libros son especialmente breves; así, el libro II consta sólo de
ocho fábulas; y el libro V, de diez. A estos cinco libros hay que añadir 30
nuevas fábulas, conocidas como Appendix Perottina en las ediciones modernas,
que fueron publicadas por el humanista italiano Niccolò Perotti en su edición
de la obra de Fedro (hacia 1465).
Aunque
con anterioridad, autores como Hesíodo, Herodoto, Platón, Calímaco o Lucilio,
habían insertado fábulas en sus obras, el autor prefirió seguir la tradición
griega atribuida a Esopo. Fue así el primero de los poetas antiguos en escribir
fábulas en verso con la intención de que fueran leídas en forma autónoma. En el
prólogo de su primer libro justificó la elección del género con su intención de
reflejar la situación social de los más desprotegidos. Alabó la astucia del
débil como el único recurso frente al poderoso, y la conveniencia de adaptarse
a las circunstancias para sortear los peligros. En el prólogo de su tercer
libro confesó que su objetivo no era "censurar individuos, sino describir
la vida misma y las costumbres de los hombres".
El
contenido de las fábulas de Fedro obedece, en efecto, a una doble intención:
instruir a su público y deleitarle a un tiempo. El carácter moralizante se
manifiesta expresamente en una sentencia ético-filosófica, o moraleja,
emplazada bien al principio de la historia (promithyon), bien al final de la
misma (epimithyon). Por otra parte, a esta intención explícita de divertir y
enseñar se une la crítica sociopolítica. En efecto, Fedro imprime a sus obras
un carácter satírico que pone en evidencia los vicios y defectos de la sociedad
de su tiempo, aunque siempre de manera general y sin citar casos específicos ni
personas concretas. Por ello su obra a menudo se convirtió en blanco para los
reproches de sus detractores.
El
estilo de Fedro es simple y claro. Se caracteriza por la brevedad, la variedad
y el cuidado de la expresión. A pesar de las expresiones cultas, también
refleja Fedro intencionadamente en sus composiciones elementos del lenguaje
hablado. Así simpatiza con las clases populares y el mundo marginal en el que
creció. Todos estos elementos explican la popularidad de su obra. Aún en
nuestros días, es difícil no conocer las fábulas de El lobo y el cordero, La
zorra y las uvas o La zorra y el cuervo.
LA ZORRA Y LAS
UVAS
Había una vez una zorra que llevaba casi una semana sin comer, había
tenido muy mala suerte, le robaban las presas y el gallinero que encontró tenía
un perro guardián muy atento y un amo rápido en acudir con la escopeta.
Ciertamente estaba muertecita de hambre cuando encontró unas parras
silvestres de las que colgaban unos suculentos racimos de doradas uvas, debajo
de la parra había unas piedras, como protegiéndolas.—Al fin va a cambiar mi
suerte, —pensó relamiéndose—, parecen muy dulces. Se puso a brincar, intentando
alcanzarlos, pero se sentía muy débil, sus saltos se quedaban cortos los
racimos estaban muy altos y no llegaba. Así que se dijo: —Para que perder el
tiempo y esforzarme, no las quiero, no están maduras.
Pero resulta que si la zorra hubiese trepado por las piedras parándose en dos patas hubiese alcanzado los racimos, esta vez le faltó algo de astucia a doña zorra, parece ser que el hambre no la deja pensar.
Pero resulta que si la zorra hubiese trepado por las piedras parándose en dos patas hubiese alcanzado los racimos, esta vez le faltó algo de astucia a doña zorra, parece ser que el hambre no la deja pensar.

MORALEJA
Hay que esforzarse para conseguir lo que se desea pero pensando primero
que es lo que queremos y como conseguirlo, no sea que nos pongamos a dar
brincos cuando lo que necesitamos es estirarnos, y perdamos el tiempo y el
esfuerzo.
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