El origen de la fábula, como el de la mayor parte de los
géneros literarios, se remonta a Grecia, donde había surgido como una
manifestación popular en oposición a la poesía solemne. La épica era un tipo de
poesía que respondía a la concepción de la vida de los nobles y aristócratas,
mientras que la fábula se situaba en el otro extremo, y representaba la vida
mediocre y común del pueblo humilde. Los griegos, que gustaban de atribuir un
inventor concreto a cada género, atribuyen el origen de la fábula a Esopo,
esclavo frigio que vivió hacia la mitad del siglo VI a. de C. y cuya vida nos
ha llegado llena de datos legendarios.
Lo cierto es que las fábulas o apólogos, como se
denominaban entre los griegos, debieron circular por su propia naturaleza
popular fácilmente de un pueblo a otro y podían tener un origen muy diverso;
probablemente se transmitían de forma oral: mercaderes, cómicos y, muy
especialmente, esclavos fueron vehículos de transmisión de las mismas.
Dos características acompañan el desarrollo de la fábula
tanto en Grecia como en Roma : ese carácter popular, de poesía menor que ya
hemos comentado y un fuerte matiz reivindicativo. Las fábulas eran la critica
satírica del pueblo, de los esclavos, de los pobres contra los privilegiados
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